viernes, julio 18, 2008

viernes

La luna aparece por atrás de los dos edificios mellizos que están en el este. Los edificios son de esos forrados en ladrillos rojos, con antenas viejas en las paredes y ropa colgada en los balcones. Por la noche está bueno contar en cuántos y cuáles de los departamentos están viendo televisión: la luz azulada rebota en las paredes y provoca un efecto hipnótico; a veces en varios departamentos el reflejo es el mismo, como para que ibope se entretenga un rato. Pero hoy no se ve la tele, porque la luna aparece por atrás de los dos edificios, y está casi llena e ilumina todo.
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Así, pero un poco más épica o triunfante aparece la luna por atrás del Piltriquitron, frente a la casa. Aunque allá la luna tarda más en salir: primero está un rato iluminando todo, de a poco, agazapada, a la espera. Si estás afuera y los ojos se te acostumbran a la oscuridad podés ver cómo el Pirque, en el oeste, comienza a tomar forma; cómo los relieves empiezan a notarse: los valles cada vez más negros, las protuberancias cada vez más claras; cómo los árboles quemados desde el incendio del 87 vuelven a quemarse de a poco con esa luz blanca, brillante y a la vez opaca. Y de repente, como escupida, sale y la luna ya está casi en el cenit, arriba del todo, más chica de lo que parecía. Se sabe, la expectativa siempre arruina las cosas.
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Una vez saqué fotos del río, de noche, con la luna llena. Cuando las revelé, meses más tarde, encontré un río que era ruta, un cielo que era gris, estrellas que eran rayas, y el negro negro de la sombra de los sauces de la orilla. Corrijo: el río no era ruta: era una huella de agua congelada, era un camino azulado, del azul ese que se ve en los edificios mellizos cuando sus ocupantes miran tele por la noche.
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Esa misma noche, la de la foto del río, salimos a caminar con padre. Caminamos por la ruta, primero hacia el sur, después hacia el norte. Vimos salir la luna como tres veces, la vimos rebotar en cámara lenta en las montañas: un efecto óptico que está mejor cuando lo ves desde el auto, volviendo de Esquel, con buena música saliendo del estéreo.
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En la caminata llevé la cámara y saqué fotos a un cartel que señala curva, curva hacia la derecha, la curva que viene después de lo de los Godoy, o de la Carreta; esa que está justo en la entrada del cementerio. Fue la noche, también, en que pensamos en el guión de la película "El hito", guión que nunca escribimos. La noche en que imaginamos caminar así como caminamos, en la oscuridad, guiados por las líneas blancas del medio, hasta que de repente, nada más. Olas, mar, ruidos, bruma, el fin del mundo. Y entonces volver.

1 comentario:

Julia dijo...

tanta descripción, que muero por estar ahí. saludos!