miércoles, enero 20, 2010

miércoles

Los gringos siguen ahí, en la casa de la esquina. Temprano, tempranísimo, se levantan y empiezan a regar y a desyuyar la huerta, a pasear con los perros y a acomodar su jardín. Temprano, tempranísimo, sale el gringo subido a la bici gris plomo con su sombrero de explorador rumbo a algún lugar, y vuelve más tarde con bolsas de supermercado a veces, sólo él y su sombrero y su bici otras. La gringa abre la puerta del frente y fuma cigarrillos. Uno, más tarde otro, más tarde otro. Cinco, seis por día. Los gringos encuentran perros en la calle y los cuidan y los curan y después les buscan dueños y cuando no los encuentran se quedan los perros cuidados y curados y ya tienen tres y ahora encontraron dos más. Cochoros, preguntan, ¿quieren cochoros lindos? No, gracias, respondemos en un castellano cortado y a los gritos, como si fueran sordos, no gringos, ya tenemos una gatita cochora y un cochoro humano. Y el cochoro humano los mira, a los gringos primero, a los cochoros curados y cuidados después y se va gritando quién sabe qué y perseguido por quién sabe quién por el pasto verde. Pelorojo, dice la gringa, pelo rojo, pero la erre es ere y se van los gringos con los perros encontrados, pelorojo, pelorojo. Y el polvo de la calle y las nubes con formas de hongos. Pelorojo.

martes, enero 12, 2010

martes

Hace un año hablábamos de todos los veranos que hubo el verano pasado. Este verano apenas si hubo algunos otoños.