lunes, septiembre 29, 2008

lunes

Entonces despierto. La luz está apagada y me cuesta entender dónde estoy. Estiro el brazo y siento a Lu, que duerme a mi izquierda. La cama es grande, enorme, y a los pies quedaron libros, folletos, mochilas, billetes. Saco los pies de la cama y el piso está frío, estoy desnudo. De afuera vienen ruidos extraños: bocinas, frenadas, una ranchera de trompeta aletargada. De a poco la vista se acostumbra a la oscuridad y comienzan a aparecer matices, relieves. Lu en la cama, de costado, los zapatos desparramados en el piso, las medias, un candelabro, un libro, la puerta de madera: inmensa, pesada. Dijimos antes de dormir: la habitación o el hotel entero parece construido con los restos de la escenografía de El Zorro. Ahora lo reconstruyo: el escritorio, el espejo, el armario, los veladores. La alegría de saber dónde se está. Camino al baño sin hacer más ruido que el de los pies descalzos y sudados que se pegan a las baldosas. Cierro la puerta y prendo la luz. Me lavo la cara con agua fría y me veo mirando al espejo. Las ojeras me recuerdan las cervezas de la cena. Miro el tacho de basura. Hay un evatest usado, con una sola rayita azul que no alcanza para transformar el destino. Casi, digo. Apago la luz y vuelvo a la cama.

viernes, septiembre 26, 2008

viernes

*Ayer me vi regresar. O fue antes de ayer, no importa. Me vi allá, con los zapatos embarrados, con las manos curtidas y el pelo volado por el viento. Vi el sol y el cielo celeste, vi una nube sobre el Pirque, vi el río correr hacia abajo sin detenerse por nada, vi una trucha saltar y quedar detenida en el aire. Vi nuestra casa y un árbol florecido: era un cerezo o un almendro, o eran los dos. Vi un hijo rubio y despeinado caminar rodeado de perros, con una mamadera vacía en una mano, y un juguete en la otra. Vi un tero, vi una bandurria. Nos vi a los tres podar un arándano en silencio, hacer un pozo con pala corazón, levantar la azada con precisión y sin esfuerzo. Nos vi sudar y limpiar el sudor con el brazo, nos escuché hablar de tantas cosas, mirando el río, el Pirque, el sol, el tero, los perros, el hijo.
Me vi entrar a la casa de pisos de madera y dejar los zapatos afuera. Me vi sentado en la reposera, pensando. Me vi escribir esto desde un escritorio vacío, con un dibujo de hijo como único adorno. Desde allí arriba escuché los ruidos de una casa habitada.

viernes, septiembre 05, 2008

viernes

*Es de noche. Lu está en la cama, yo lavo los platos. Adentro de la panza, fiesta.




("Son, son, son, here it comes")

martes, septiembre 02, 2008

mujeres (II)

*Claudia me dijo que usaba mucho internet para mantener la pareja. Después rió. Estábamos en el Rosedal, era un día de semana con mucho sol y cielo celeste. Mientras ella posaba con los patines, un shorcito blanco y un pequeño top, la gente se acercaba a mirar. Varios se sacaban fotos: alejaban una mano y se enfocaban, en un ejercicio de pura intuición. Con la mano alejada apretaban el disparador: en el cuadro, ellos -cada uno-, solitarios, con un brazo largo que se pierde por detrás del obturador y, a lo lejos, el culo de Claudia, que un día dijo uy como estoy y listo, lo consiguió, llegó.

*Cinco días después, Claudia me llamó al celular. Yo acababa de despertar de una siesta y estaba esperando el 36, el peor colectivo de la galaxia. El teléfono decía: Claudia, y su número, y el ruidito que hace el teléfono cuando recibe una llamada. Atendí. Ella lloraba. Me decía sos un hijo de puta, como pudiste hacerme algo así, yo te hablé con sinceridad, te dije que era una nena, que no hacía cosas para llamar la atención. Y era cierto, Claudia cultivaba el perfil bajo. Y yo no tenía ni idea de qué me hablaba. Le dije: de qué me hablás. Y respondió: no te hagás el gil. Y le dije: no me hago el gil, no sé de qué me hablás. Me contó: pusiste de título que yo tenía sexo por chat con mi novio. Reí. No, tontita, yo no puse ese título. Yo puse un título mucho más buena onda, que al parecer al editor no le gustó tanto.

*Claudia tragó los mocos y dijo: ahora tenés que arreglar lo que hiciste. Le dije que sí, que claro, que no se preocupe. Suspiró y cortó.

*Unos quince minutos más tarde, el 36 dobló en Julián Alvarez. Venía hasta la manija.

(Esto es algo así como la continuación, un año después, de la serie iniciada con Moria. ¿Habrá más?, nunca lo sabremos.)

martes

Ionesco debió haber presenciado un té en lo de mis abuelos cuando escribió esto*:

Sra. Smith. -¿Pero quién cuidará de sus hijos? Sabes muy bien que tienen un muchacho y una muchacha. ¿Cómo se llaman?
Sr. Smith. -Bobby y Bobby, como sus padres. El tío de Bobby Watson, el viejo Bobby Watson, es rico y quiere al muchacho. Muy bien podría encargarse de la educación de Bobby.
Sra, Smith. -Sería natural. Y la tía de Bobby Watson, la vieja Bobby Watson, podría muy bien, a su vez, encargarse de la educación de Bobby Watson, la hija de Bobby Watson. Así la mamá de Bobby Watson, Bobby, podría volver a casarse. ¿Tiene a alguien en vista?
Sr. Smith. -Sí, a un primo de Bobby Watson.
Sra. Smith. -Quién? ¿Bobby Watson?
Sr. Smith. -¿De qué Bobby Watson hablas?
Sra. Smith. -De Bobby Watson, el hijo del Viejo Bobby Watson, el otro tío de Bobby Watson, el muerto.
Sr. Smith. -No, no es ése, es otro. Es Bobby Watson, el hijo de la vieja Bobby Watson, la tía de Bobby Watson, el muerto.
Sra. Smith. -¿Te refieres a Bobby Watson el viajante de comercio?
Sr. Smith. -Todos los Bobby Watson son viajantes de comercio.

Porque no es nada fácil seguirles la huella por ese farragoso camino rodeado de nombres y apellidos que se unen a otros nombres y apellidos y a veces a profesiones y a recuerdos en común. Recuerdos en común que, claro, para nosotros son como cuando Bobby Watson fue a la casa de Bobby Watson y se encontró con Bobby Watson. Indeed.


*Ionesco, E. "La cantante calva". Antipieza.