jueves, diciembre 27, 2007

indios en bolas


Así fueron la mayoría de los veranos desde que tengo memoria. Río, fútbol, los parlantes sobre la vereda y de ellos emanando diferentes músicas, según la hora del día, según el año, según el ánimo.
No nos bañábamos mucho en bolas, es cierto, pero la última zambullida del día, esa en la que el sol ya se fue y con él el calor, casi siempre era luna llena. No había muchas chicas que alteraran nuestra timidez, ni tampoco muchos adultos.

Río Epuyen, ahí voy.

miércoles, diciembre 26, 2007

miércoles

*La ciudad, como todo organismo vivo, posee una aceitado sistema inmunológico que se encarga de sacar afuera a todos aquellos agentes extraños que pueden perturbar su funcionamiento. Hoy soy uno de esos agentes extraños; hoy la ciudad termina de echarme.
El funcionamiento de este sistema inmunológico, a falta de proteinas, células y tejidos, corre por cuenta de colectiveros, taxistas, albañiles de obras vecinas que empiezan a martillar a las 8:43, petardos, fuegos artificiales, calor, humedad, gente haciendo compras navideñas, avenidas atestadas, humo negro de cualquier colectivo Plaza, mierda de perro en las veredas, bocinazos varios. En síntesis, lo de siempre. Pero es diciembre, macho.

*Mañana 14 horas sale el ómnibus -con su comida enlatada, con sus pésimas películas- que nos llevará sin escalas -es un decir- al paraíso -es, casi, otro decir-. Nos vamos un mes. Queremos trabajar un poco, vaguear bastante, tirarnos al río, jugar al fútbol, subir a alguna montaña, escribir una novela, casarnos, beber cerveza fría, mate a la mañana, caminar por caminos de ripio, regar -sobre todo regar-, mirar todas las estrellas, tener largas sobremesas, acariciar a las dos perras negras, a la gata gris, ir a Bariloche, pasar año nuevo en el medio del desierto. Siguen las firmas.

*Ahora me voy a trabajar. Es el último día en Villa Luro. Me quedan dos treintaycuatros. Los saludo.

lunes, diciembre 17, 2007

jueves, diciembre 13, 2007

mundodisco

*Me vengo a enterar, de casualidad, como pasa con las cosas que importan, que el escritor inglés Terry Pratchett sufre Alzheimer.
Por suerte, siempre tendremos París o, por lo menos, los libros de Terry.

*Cuando terminamos la primaria mi abuela compró en el Casa Tía de Bariloche cuatro libros de Pratchett y nos lo regaló: uno para cada uno de sus nietos mayores. Martín recibió La luz fantástica, Mati, Ritos iguales. Migui, Mort. A mí me tocó El color de la magia. O al menos así me lo acuerdo ahora.

*Un grosso, Terry.

miércoles, diciembre 12, 2007

miércoles



Por tantos años, cada vez que veía
la primera estrella
o soplaba las velas
de una torta de cumpleaños
pedí el mismo deseo.

Hoy la noche es clara
y la luna es una uña
con esmalte brillante
colgada del cielo.
No hay estrellas.
No hay deseo.

Pero el dolor
sigue ahí
disimulado
y escondido.
Todos lo saben.