domingo, junio 21, 2009

domingo

Primer día del padre para mí, primer invierno para Juan.
Y todos felices.

martes, junio 09, 2009

martes

El valle y el día y todo amaneció cubierto por una niebla espesa que apenas si dejaba pasar algún rayo de sol, un sol que visto así estaba opaco, desgraciado, más parecido a un foquito de veinticinco watts que a la bola inmensa de fuego que arde a miles de kilómetros que es. La niebla no cedió en todo el día de mi cumpleaños número veintisiete. Ni en la chacra, cuando comimos pollo al horno y tomamos vino y charlamos en el living y el fuego de la chimenea calentaba el ambiente y Chan Marshall cantaba sus canciones. Menos aun cuando volvimos manejando despacio y con la calefacción al mango por la ruta serpenteante y oscura. Tampoco cedió a la noche, cuando vinieron los chicos y estuvieron un rato y hablamos de todas esas cosas y tomamos más vinos. Ni cuando le dimos la última mamadera del día a Juan y después nos acostamos con los labios violetas. Ahí menos que nunca: por la ventana se podía observar que estábamos dentro de la nube, que la nube era gris y espesa y que alrededor nuestro ya no había ni iba a haber más nada.
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Hoy: sol.

sábado, junio 06, 2009

sábado

Entra sol por la ventana que está a mi izquierda: una telaraña perfecta se ilumina como si estuviese hecha de tubos de neón gris, la mitad de mi cara aparece reflejada en la ventana que está atrás de la computadora y puedo ver clarito el grano que me salió ahí donde debe estar ubicado el tercer ojo: habitar una casa tan hindú puede tener algo que ver. Lu y Juan salieron, estoy solo en la casa. Escucho música de fondo, Stephen Malkmus, tanto que hablamos de él con Migui el otro día. Tengo los pies fríos y sudados, tengo la mente despejada, tengo la barba crecida y a tono con el invierno y el Bolsón.

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Empecé a escribir un diario cuando llegamos. Nunca antes había escrito uno. (Miento, escribí uno a los doce años, cuando mis abuelos me invitaron a ir a Punta del Este, que duró tres carillas y se perdió por ahí entre tanta agua y tanta arena). Empecé a escribir un diario, decía, y todos los días trato de poner algo de lo que hice. Nada más tedioso que escribir un diario. Y además las oraciones pronto empiezan a volverse todas iguales, siempre se escribe: hoy, después, más tarde y todavía no. El otro día leí las pocas carillas que había escrito y abundaban las descripciones de las comidas: las milanesas, los guisos, las empanadas, los vinos -sobre todo los vinos-.
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Es un sábado de aquellos y aprovechamos para guardar todo el sol que podemos en la piel, en los poros, en el pelo, en las uñas, en los párpados: cerramos los ojos y miramos el sol y vemos ese color rosa o salmón, ese color claro, ese color pastel que es el color de la felicidad.
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Hoy a la noche tenemos campeonato de truco en beneficio del Club Atletico Pedregoso. Es en la escuela 81, esa a la que fui por seis meses, ahí sobre la ruta, pintada verde. Vamos a ir con padre, Migui, Patón, Mati, Lucas. Vamos a tomar vino Tocornal, vamos a perder con honor, sin hacer señas. Este, por ejemplo, es un típico párrafo de mi diario: dice hoy, dice vino.
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Sí, pusieron internet, pero parece que la inspiración no llega por adsl.

martes, junio 02, 2009

martes

La computadora me chifla que se está por quedar sin batería. Le digo que no moleste, que no sea alarmista, y sigo. Estoy en el Aca, chupando wifi mientras como un alfajor jorgito negro y miro por la ventana la cordillera nevada, el cielo celeste, los árboles pelados de hojas, el pasto verde, las personas que pasan abrigadas y tirando humo por la boca. Tengo muchas cosas para contar, pero no es el momento. En pocos días ponen internet en casa. Ahí sí.
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¿Y qué pasa con los martes?