sábado, agosto 30, 2008

sábado

"Parecemos adolescentes", dije, cuando la curva esa que da a la hondonada se vuelve intensa. "Parecemos adolescentes", dije, mientras intentaba apretar con la mano derecha el freno trasero de mi mountain bike amarilla. "Parecemos adolescentes", le dije a Migui, segundos antes de hundirme en un mar de mosquetas con espinas filosas como pequeños cuchillos y frutos rojos como gotas de sangre.
Hice fuerza para no llorar mientras me sacaba, una por una, las pequeñas púas adheridas a mi piel y limpiaba el polvo, las hojas secas y la humillación que se acumulaban en mi ropa.
El resto del viaje fue en silencio: íbamos con nuestros primeros ahorros a comer solos a Jauja. Parecíamos adolescentes.

miércoles, agosto 27, 2008

miércoles

*Se los dije.

viernes, agosto 15, 2008

jueves

Estoy con la mente en blanco. No sé qué pasa, pero no pasa mucho. Trabajo en casa haciendo algunas cuestiones. No salgo tanto. Hice trámites: tengo monotributo, tengo obra social, pequeños logros. Tengo que averiguar qué pasó con una factura.
Allá la pasamos tan bien. Y el viaje fue lo que escribí la última vez que escribí, aunque habría que agregar que en Retiro miré los diarios paraguayos en los que hay descuartizados (el todo y las partes: cabezas, brazos y piernas encontradas en baldíos) y sangre, mucha sangre. Que no compré alfajores guaymallén, aunque la oferta era tentadora. Que no llevé música porque los auriculares son muy grandes y casi que necesitan un bolso para ellos solos. Que en el Yenny de Retiro le compré a Lu por segunda vez Justine, de Lawrence Durrell, la primera parte del cuarteto de Alejandría. Que las películas no las recuerdo pero estaban Morgan Freeman y Eddie Murphy. Que los azafatos fueron muy amables y que regué la cena con dos cervezas. Que dormí. Que a la mañana leí La potra, de Filloy y así viajé dos veces: una en el bólido amarillo, cruzando el país de Este a Oeste, la otra por Córdoba, de la mano del lenguaje rebuscado y perfecto de Filloy. Que el Lanín se veía a lo lejos y el cielo estaba celeste, aunque empeorando hacia la noche. Que en Bariloche esperaba Lu con Madre, Padre y Marc. Que el viento hacía que el Nahuel Huapi pareciera querer despegar. Que fuimos a ver Batman al chopin, en una sala que parecía de telgopor. Que la película nos gustó mucho. Que llegamos tarde a la chacra pero igual nos hicimos el tiempo para jugar al teg. Que Manu se enoja jugando al teg. Que los días fueron todos distintos entre sí y sin embargo los recuerdo como una sola cosa, larga, sin fisuras, mágica. Que comimos comidas ricas y bebimos vinos ricos. Que nos sentamos en el sillón del living y miramos el fuego y fotos viejas. Que dormimos siestas. Que nos despertamos una mañana y toda la chacra estaba blanca de nieve. Que tuvimos charlas largas y profundas y otras cortas y superficiales. Que vimos a los abuelos. Que vimos a los tíos. Que vimos a los primos. Que fuimos a Bariloche a dejar a los mellizos y Manu. Que vimos caer los primeros copos mientras el cielo se ponía gris. Que decidimos quedarnos a dormir para viajar al otro día. Que hablamos con Nora sobre la casa. Que dormimos en el cuarto de Hebe. Que al otro día la nieve cubría todo. Que igual salimos. Que había que adivinar la huella del camino, que todo era blanco, y los camiones estaban cruzados en la ruta, como juguetes abandonados. Que llegamos vivos. Que salimos de recorrida de casas hippies, para ver y copiar modelos o todo lo contrario. Que fuimos al cine Click, en el centro comunitario y vimos Cocalero y Los Estados Unidos contra John Lennon. Que el sábado, horas antes de volver, fuimos a escuchar a Rosario Bléfari, que cantó y contó y recitó en Rey Lagarto. Que nos quisimos y buscamos el lugar para construir la casa. Que le dimos de comer al potrillo Rospentek y a su madre Bonita. Que apenas haché dos troncos pero alcanzó para sentirme un poco Paul Bunyan. Que casi no me conecté a internet y no morí en el intento. Y que tampoco casi miré tele. Que llegamos a la ciudad un lunes y dormimos siesta. Que desde entonces mi reloj interno está fallado y no funciono tan bien como debería. Y que por eso y porque tampoco pasaron tantas cosas fue que no escribí nada acá, ni nada en otro lado. Pero hoy salió el sol y la ropa se secó, y aunque ayer haya perdido el rojo, podemos decir que es un buen día.

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Vemos Mira quién habla y coincidimos en que es una gran película. Están buenas las actuaciones, los chistes, las situaciones, y eso que está doblada al español y entonces la voz de Bruce Willis, que es la voz del pensamiento del bebé, es casi la misma voz de Travolta y genera confusiones. Pero son confusiones que no duran ni un minuto, porque tampoco es que es tan complicada. Vemos Mira quién habla y nos ponemos como pelotudos a la hora de la siesta y decimos "qué bonito", y miramos la panza. Afuera está nublado y son las tres de la tarde. Vemos Mira quién habla y nos preguntamos qué será de la vida de los chaboncitos que actuaron del bebé que piensa con la voz de Bruce Willis. Más tarde, en la web, no encontramos nada de información sobre ellos. Ninguno es conocido ni volvió a hacer nada relacionado con el cine. Hay un comentario perdido en imdb de alguien que dice que uno de los chicos ahora trabaja en una tienda canadiense, en atención al público, que es un buen chico y tiene el pelo largo. Otro le contesta: lo re conozco, es un buen chabón.

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Los miércoles siempre llueve. Eso lo tengo clarísimo.