miércoles, junio 06, 2012

miércoles

Le cuento a hermano que el otro día entró un colibrí en la casa. Que era verde y brillante y que parecía querer decirnos algo con su aleteo desesperado y el chocar contra el vidrio. Que al final lo agarré con cuidado con una mano y después lo liberé en el jardín. Que se fue y al rato volvió y miró todo desde el otro lado de la ventana. Que le saqué una foto y que en cualquier momento le escribo alguna leyenda en comic sans para compartir en facebook, algo relacionado con la libertad, con los barrotes transparentes, con las ganas de volar.
Hablando de colibríes -me dice, me escribe-, murió Bradbury.
Hace poco, en esos días en que no paró de llover, pensé mucho en él y en esos cuentos tremendos de todo tremendor, redondos, perfectos y lluviosos. Y pensar en Bradbury es pensar en nuestra abuela, en el cuarto verde de la casa enorme de Bariloche, y en cuando éramos chicos y marte y los robots y las utopías todavía existían.