lunes, enero 26, 2009

lunes

doce meses de casados
-
nueve meses de gestación
=
tres meses de Juan

ni planificado hubiese salido tan prolijo.
Ahora, afuera,
asado, vino y brindis.
Dos bisabuelos, seis abuelos,
padres, tíos, primos,
autoridades presentes.

martes, enero 13, 2009

martes

*Fue cuando sospechamos que ya no había nada más que podía hacerse que empezamos a ir a la iglesia. Y la gira mística y religiosa comenzó, como todas, con un viaje a la frontera. Ahí, entre Brasil, Uruguay y Argentina, en un barrio de casas bajas, ladrillos rojos y perros flacos esperamos horas a que nos atendiera Milton, el sanador. Esperamos, los mellizos y yo, en la Mercedes Benz blanca: era un día de esos amarillos y calurosos y por las ventanas abiertas se escuchaban grillos y ranas y gritos apagados por la humedad. Adentro del furgón, la impaciencia de la espera: golpes, sudor y lágrimas. Afuera, impaciencia y duda y resignación, un pasillo sin asientos con desesperados y un curandero.

*El viaje siguió hacia el sur. Pasamos unos días en las termas de Salto, en los que recuperamos el humor perdido y nos tiramos en piletas llenas de agua caliente. Después, otra vez la ruta, primero con tierra roja en los costados, palmeras y la exuberancia del norte; más tarde, con ciudades y puentes largos y la pampa húmeda que comienza a secarse.

*En un estadio de Puerto Madryn vimos a un cura carismático alabar a un señor que no era el nuestro y hacer desfilar a rengos y ciegos por un escenario que hubiese envididado Bono. Había una banda, y el público cantaba y bailaba y levantaba las manos y a todo respondía amén y alabado seas y con tu espíritu. Había vinchas rojas y rosarios de plástico de todos colores. Había polvo y con las lágrimas se hacía barro y todos parecían emos vestidos de blanco con ojos delineados y delirio místico. Nosotros estábamos tomados de las manos, menos por creyentes que por miedo a lo que veíamos. No compartimos pero respetamos, nos decía y se decía Madre, como un mantra, no compartimos pero respetamos, como si repitiéndolo muchas veces pudiéramos, al fin, respetarlos. Porque que no compartíamos no compartíamos.

*Recuerdo: la música, el polvo, el agua bendita, la verguenza, la verguenza, la verguenza.

*Todo terminó en la iglesia de El Hoyo. Fuimos algunos domingos y de a poco, como una gripe, el fervor místico fue cediendo. En la iglesia, los domingos fríos de mayo, éramos pocos: algunas viejas chupasirios; Pañil, el viejo desdentado y desagradable que pasaba buscando limosna y si no le dabas te golpeaba el brazo con la bandeja vacía; y la familia de Julián: sus hermanas y su mamá y cada tanto su papá. Nosotros, los chicos, entrábamos con la cabeza gacha y con el chirrido de las ruedas de la silla de ruedas como himno. Nos sentábamos lejos del altar, y rezábamos, sí, para que no nos viera nadie.

*Ahora nos acordamos y sonreímos. De última, no había nada que perder.

sábado, enero 10, 2009

sábado

Estalla el verano cuando en la tele Giordano dice incoherencias y una chica camina por la pasarela y algún cholulo la aplaude y qué noche Teté,
y en Jesús María hay festival de doma y folclore y un payador explica por qué el domador tuvo que ser asistido y el caballo sigue galopando y corcoveando ahora más liviano pero con la misma cantidad de instinto y miedo y odio,
y en el medio de El Hoyo empieza la fiesta de la fruta fina sin domadores ni Giordano aunque con payadores y personas que dicen incoherencias y folclore y autoridades presentes y olor a choripán,
y el ruido de los parlantes llega hasta la chacra arrastrado por el viento y en la casa en la tele están Giordano y Teté y el verano que estalla mientras a la noche los bichos caminan en la ventana y mueren ciegos en alguna luz.

jueves, enero 08, 2009

jueves

La primera pregunta
es de dónde vienen
esos insectos negros
que avanzan como
el batallón de un ejercito
en retirada
por el piso
de cerámicos encerados.
La segunda: a dónde van.