miércoles, octubre 01, 2008

jueves

*Al sol de la mañana subo a la terraza a colgar la ropa. En el pasillo está Cristian con el trapo de piso y un balde y sus pantalones camuflado: feliz día, le digo, atento a la efeméride. Gracias, Pollito, a la tarde paso a poner las cerraduras. Dale, te esperamos, respondo, pero ya sabemos: no va a pasar.
En la terraza, sol y pajaritos y también martillos y sierras. Cuelgo la ropa y espero a ver si toma algo de color la cabeza rapada. De la nada aparece Cristian con un mate listo. Pollito, dice, ¿te tomás un verde? Y dale. El mate está dulce, muy dulce. Y hablamos. Cristian me mira: deberías salir a correr, con esto de la paternidad juntás kilos a lo loco, te contagiás de la quietud del bebé y de repente estás todo hinchado, lento. Te va a venir bien, vas a ver. Cierra los ojos, encandilado, se acomoda el pelo negro y se va.

*Octubre, lindo mes para revoluciones, escribió padre hace tanto tiempo en una carta que mandó a sus seres queridos. No hubo revoluciones, ni en ese octubre ni en los que vinieron después. Pero la frase, el slogan, quedó grabado a fuego en mi cabeza.
En enero de este año, para inaugurar la agenda y ponerle algo de dramatismo al año, pasé las páginas en blanco -días a estrenar- y llegué hasta comienzos de octubre. Allí, en el día 1° escribí: Octubre, lindo mes para revoluciones, en tinta azul, despreocupada. Mientras lo leo, hoy, un escalofrío me recorre la espalda.

*En esa habitación helada que llamábamos Siberia nos quedábamos horas y horas hablando antes de quedar dormidos. Las conversaciones tenían nombre: eran las very very importants y versaban, más que nada, sobre las chicas, un poco menos sobre compañeros de clase, y por último, sobre temores, miedos, angustias. En fin: sobre las cosas very very importants que pueden hablar dos amigos, de noche, antes de dormir.
Una noche, cuando íbamos a tercer grado, dije, convencido: "soy el más loco del aula". Migui hizo un silencio que duró un rato largo. Creo, incluso, que fue lo último que dijimos y nos dormimos de a poco, callados, incómodos. No sé en qué me basaba para tamaña afirmación, pero lo cierto era que lo pensaba. Estaba convencido de mi rebeldía y locura. Cada tanto nos acordamos y nos reímos.

4 comentarios:

Julia dijo...

Guau, pobre Migui, lo imagino pequeñito, en la oscuridad pensando está re loco este pibe...

Yo también tenía esas conversaciones con mi hermano. Nos gustaba mucho hablar con la luz apagada del colegio también, no hablábamos de chicas ni chicos porque, claro, éramos hermanos, pero hablábamos de juegos.

Octubre, mes de revoluciones, puede que lo sea para mí también.

Anónimo dijo...

uuh boludo, snif.. andiuaiu

Cecilia Martínez Ruppel. dijo...

siempre es momento para revoluciones!

qué lindo es cuando alguien aparece en el momento indicado con el mate listo.

y el momento indicado, cuando se trata de mate, es siempre, como para hacer revoluciones.

beso

Anónimo dijo...

yo no sé cómo migui siguió siendo tu amigo/primo después del "parecemos adolescentes" y "soy el más loco del aula"...