miércoles, noviembre 01, 2006

El hermano errante de Ruperto Valenzuela

Este post es un work in progress. Es sólo un apunte virtual de algo que va a ir creciendo con el tiempo, pero lo voy a publicar ahora, así, desprolijo, inexacto, porque no me quiero olvidar.


No conozco el nombre del hermano errante de ruperto valenzuela, pero me parece que es pablo. En realidad sé bastante poco de él. Sólo lo que me cuenta mi padre que le cuenta ruperto, cuando le cuenta.
Ruperto, más de sesenta años, menos de un metro cuarenta; bigotito hitleriano y boina perpetua, trabaja en la chacra desde que llegamos a vivir allá. La leyenda dice, incluso, que hace muchos años él fue el propietario de aquellas cuarenta hectáreas y que las perdió quién sabe cómo, quién sabe cuándo.
Ruperto, decíamos, es padre de familias –más de una–, hombre trabajador y responsable, aunque supo tener sus asuntos con el alcohol. No era raro que en la fiesta del fin de la cosecha que organizábamos en la chacra casi todos los marzos ruperto valenzuela, además eximio asador, se trenzara con alguno en una disputa que solía terminar cuando el petiso –así le dicen– sacaba de su cintura el facón con el que había hecho el asado. En realidad, nada era raro en esos asados. Ni los hermanos cárdenas tocando chamamé, levantando el polvo a puro acordeón, ni las chilenas bailando con “saca la mano antonio”, ni las constantes borracheras de los césar o edgardos de turno, ni el checho, silbando entre las mesas.
Ruperto, padre de ramón que al final resultó tan petiso como su padre, pero que cuando éramos chicos nos parecía el chico más grande y más grosso de todos, un macgyver con una facilidad asombrosa para pescar con ramas y cazar liebres con guachis; padre también de andrés, deforme y oligofrénico, al que ruperto pasea entre orgulloso y resignado por las calles del pueblo, mientras este derrocha amor y baba; padre también de misaél, inteligente y hábil para el deporte, delantero del pyla (pasión y locura arandanera fútbol club) y uno de los tantos ahijados que tiene padre por el mundo –ni que fuera perón y sus lobizones–; padre de yolanda, que creo que fue mi compañera en ese año que fui a la escuela 81. Y padre ¿y amante? de rita, fea, pero rápida: así lo apuraba al avo en los asados del fin de la cosecha. Marido en serio de la rosa, trabajadora y dueña de una voz especial, entre nasal y aguda, una voz que me recuerda el invierno y el vapor que sale de las bocas cuando hablamos.
Ruperto tiene un hermano que camina y se mueve por la patagonia sin destino ni rumbo; que parece llevado por el viento, que allá sopla y mucho.
Hace unos días lo vieron por cholila, dice ruperto. Ahora debe andar por ñorquinco, comenta mientras busca las ovejas. Se está yendo al maitén.
El hermano camina.
Se tejen hipótesis, como las que dicen que va de fiesta en fiesta: en enero la fiesta de la fruta fina –donde aprovecha para visitar a ruperto y su familia–, y la del asado en cholila; en febrero la del lúpulo en bolsón, la de la trochita en el maitén, y la fiesta interprovincial de la doma y el folklore, en sarmiento; en marzo la del calafate en tecka o la del ternero en choele choel. Que así avanza buscando esos lugares comunes que son las fiestas de pueblo, todas con olor a choripán, todas con el bingo, con los vidrieros que hacen adornos kitsh, con los locutores. Todas con la elección de la reina, que permite cosas geniales como “la reina del pescado” o “miss guindas”, o “reina del asado con cuero”, y así. Todas con tanto tetrabrick, con tanto don ata y don josé y los nocheros y la mosca. Todas con la comisión organizadora, la inauguración a cargo del intendente y el cura que bendice estas fiestas, en nombre del padre y del hijo.
Otra hipótesis, tal vez la menos grandilocuente pero la más acertada, dice que al hermano errante de ruperto le gusta andar. Y que como el muñequito de las pilas energizer, nunca deja de hacerlo.
Que camina y le gusta sentir el polvo de la ruta cuarenta en su cara curtida. Que no tiene un lugar preferido y lo sigue buscando. Que no le parece bien la “vida burguesa” de su hermano ruperto que se vendió y ahora tiene directv y le puso piso a su casa y va al doctor cuando se siente mal.

Ruperto valenzuela, en tanto, se jubiló hace poco tiempo, después de una vida de trabajo.
Con su triciclo rosado sigue haciendo los dos kilómetros que separa el caserío donde vive –la sombra, que le dicen– y la chacra, donde arregla cercos y arrea las vacas, o simplemente recorre el fondo inundado, acompañado por sus tres perros. O por andrés, que babea y corre contento entre los teros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguí con estos relatos, Chini, seguí, que yo te quiero seguir leyendo (y lo digo muy en serio).

Anónimo dijo...

el hermano se llama pedro aunque me parece que el hermano es ruperto.
éste nunca fué dueño de la chacra.
Indalecio Ibañez, el de la laguna, me contó que pasó hace 85 años por el valle de El Hoyo llevando un arreo de lanares del foyel a Esquel y que en ese momento nada era de nadie
alguno construyó una casa de ladrillos al lado del maitén que ya estaba cuando pasó el viejo ibañez, ya finado. (el maitén y la casa,una vez apareció un ladrillo)
el primer dueño fué aleuy, un turco amante de los arboles y prospero comerciante. el le encargó a aristes que haga los canales. A aristes lo vi el día de la madre en el cementerio. vivo por suerte. vivo y sonriente pese a todo.
aristes es el samurai de la pala.
habria que sacarle una foto vivo, hay que correr.
al coiron tambien.
a amalia
el pasado se va borrando,
por suerte están tus relatos...

padre