lunes, mayo 19, 2008

lunes

La primera vez que probé la sustancia adictiva hoy conocida como internet fue un mayo frío de 1996, o por ahí, en la cooperativa telefónica de El Hoyo City, calle Islas Malvinas sin número, sin asfalto, sin vereda.
Entramos, Alan, Nico y yo, dijimos una suerte de contraseña y nos abrieron una puerta que daba a un lugar secreto: una baticueva llena de cables y computadoras y olor a café. Pasamos frente al escritorio de uno que trabajaba ahí que ahora no me acuerdo su nombre, pero sí que hacía ruido de gato con la boca; ruido de gato en celo, gato enojado, gato malo. Le parecía gracioso.

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¿Alejandro? ¿Fabián?

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Cerca de la computadora había otras personas, técnicos, curiosos, esperando el milagro. Nos acomodamos a una distancia prudente, manteniendo el incógnito, manteniendo el misterio. No nos saludamos.
Hubo de pronto ruidos metálicos, chirridos, rasguidos, eso. El sonido del futuro, dijimos. El sonido del modem, corrigieron.

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-Conectó -dijo uno de los que estaban frente a la máquina.
Nos acercamos a la pantalla, había una N grande.
Alguien sugirió ir a altavistapuntodigitalpuntocom: “ahí se puede buscar cosas, lo leí en una revista”. Sonrió, se acomodó los anteojos y se sintió Bill Gates.
Fuimos. Tardó una eternidad.
-Busquemos algo -propuso Bill, ya cómodo en su rol de gurú tecnológico.
-Qué -preguntó el que estaba al teclado.
-No sé -replico el sosias del fundador de Microsoft.
-Tetas -dijo alguien.
-Tetas -confirmó el resto.
En ese momento, y ahora también pero un poco menos, decir tetas era decir Pamela Anderson y hacia ella navegamos, con las olas de tres metros del modem de 14.400bps, con los fuertes vientos de una línea telefónica arruinada.

***

Una foto de Pamela en un balcón, con un top infartante, tardó en bajar más de media hora. Quedamos en la baticueva sólo Alan, Nico y yo: el resto tenía cosas más importantes que hacer antes que ver aparecer el progreso apenas vestido, asomado en un balcón que daba a San Francisco o Los Angeles, sonriendo con dientes blancos y pómulos levantados .

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La construcción de la imagen, a razón de dos milímetros por minuto, no era lo que se podría llamar el erotismo o la pornografía y pronto nosotros también desistimos. Fuimos a la página de los Rolling Stones, la primera banda de rock que se nos ocurrió. En algún lugar, además de las fechas de las giras, las letras de las canciones y algunas fotos de la banda, estaba la opción de escribir una historia relacionada con ellos. Escribimos, en un inglés un tanto oxidado, sobre aquella vez que los Stones tocaron en una fiesta de graduación en el Bolsón; esa vez que Charlie Watts terminó borracho de ponche y Mick Jagger apretándose a una porrista. Fue lo máximo que nuestra capacidad de ficción nos permitió. Firmamos manteniendo el anonimato.

***

Pasaron más de diez años desde aquella primera vez. Mucho tiempo. Sin embargo, me gusta pensar que los usos posibles de internet estuvieron condensados en esas dos horas que pasamos frente a la máquina: pornografía, música, anonimato.
Ahora es todo lo mismo, pero más rápido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el gato afloró.
el empleado que maullaba se llamaba alberto. era un gato extraordinario.
alberto se fué de el hoyo y se hizo travestí.
¡posta!

miss japón dijo...

Me gustó mucho.
Me hizo acordar que la primer página a la que entré fue la de Cartoon Network pero fue frustrante porque no pudimos jugar a ningún jueguito, no teníamos el shockwave y mi papá no quería bajarlo porque "trae virus".