Moria me mira a los ojos. Está descalza y los dedos de los pies se le amontonan en la punta de la media de lycra y hacen presión, produciendo un efecto visual equivalente a dos chorizos hinchados que en lugar de grasa de cerdo tienen uñas y esmalte y dedos chiquitos. Me mira a los ojos y yo me pierdo en ese amontonamiento de rimmel y cremas y polvos. Si uno excavara en sus párpados se llevaría más de una sorpresa. "Estoy muy bien del amor", me dice, "En realidad yo siempre estoy bien, porque yo no me enamoro, yo me apasiono". Se ríe de su frase como si fuera la primera vez que la dice. Apostaría mis pantalones a que dice esta frase por lo menos hace dos décadas.
Moria mira los cinco televisores que adornan la pared de su camarín. Se busca en algún programa de trasnoche hasta que por fin se encuentra: "Ahí estoy yo. Ah, eso debe haber sido en mi viaje, qué desastre mi pelo". Con una cuchara de plástico come una gelatina roja. El trayecto de la cuchara del pote a la boca es largo y ella lo hace despacio, con cuidado de no manchar su vestido negro con transparencias. La cuchara es un avioncito cargado de gelatina que se estrella en esa boca mil veces operada, más roja que la gelatina, con dientes gastados por la edad que se niegan a ser reemplazados por prótesis y corega.
Entra un asistente y se arrodilla frente a los chorizos de uñas y dedos; toma con cuidado unos zapatitos y no sin poco esfuerzo logra introducirlos. Moria sigue mirando la pared de rayos catódicos. Ahora casi no habla. Nos quedamos un rato los dos callados, con el ruido de los televisores encendidos sin volumen, que es como el silencio pero un poco más agudo. Me levanto de la silla de cuero que ocupé durante esos largos diez minutos, mientras dudo en darle o no un beso de despedida. Gana el sí y me acerco cauteloso hasta su mejilla. Mi barba y su cutis se tocan por tan poco tiempo que por más que lo intente no puedo reconstruir el momento: no quedaron huellas corporales de ese nanosegundo.
Moria me dice chau, querido; yo le respondo gracias y suerte.
Mis manos están húmedas, pero eso no es noticia: siempre lo están.
1 comentario:
uf. dos veces uf. tres veces uf. y la vida del laburante e'así. juntate mil anécdotas como ésta. a vos por lo menos te toca glamour. y entonces nos divertimos. vermut con papas fritas y gut show!
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