miércoles, enero 10, 2007

estar en el medio

Hoy, entre otras cosas, chat con hermano f. Allí, conversación sobre cuestiones varias, hasta que llegamos a un tópico que a mí me interesa mucho, y del cual me gustaría explayarme –no en esta ocasión, porque tengo sueño; pero sí voy a plantearlo, en pocas palabras–.
El tema es: “la insoportable levedad de aquellos –nosotros–, que se sienten fuera de todo / en el medio de todo / sin una posición tomada”, que aunque parece contradictorio, es lo mismo.

YO: nosotros tenemos algo posmoderno –por llamarlo de alguna manera–, de caída de grandes relatos: ni religión ni códigos, ni creencias sostenidas por mucho tiempo. No tenemos barrio de pertenencia (el barrio, todo un tema).
HERMANO: igual, tenemos una cuestión con el afecto que puede hacer las veces de reemplazo de los grandes relatos.
YO: sí, puede ser. El afecto como lazo estabilizador.

Después, la conversación siguió por el lado de la carencia de barrio, por la fragilidad de nuestro tener un club de fútbol, independiente.

YO: nuestro ser de independiente es mucho más un acto snob que un sentir popular.
HERMANO: sí, no tanto snobismo, che. Viene de la familia. Es como una herencia rara. La silla que se hereda de una tía segunda desconocida o algo por el estilo.
YO: sí, ok, pero yo hasta los trece años no sabía ni qué era el rojo. Y cuando vamos a la cancha estamos más cerca de levi-straus en brasil que de cacho de sarandí. Por más que la pasemos muy bien.
HERMANO: no, pero desde los cinco que decís, cuando te preguntan de qué cuadro sos, soy de independiente de avellaneda, aunque en ese momento pensabas que avellaneda era una ciudad arrasada por la guerra en el año cero en grecia. Al rojo lo tenemos como un apéndice, y sí, puede ser que de pronto lo usemos de puro snobs, pero lo tenemos en nuestro ribonucleico en serio.
YO: ¿vos decís?
HERMANO: sí. El abuelo alan se murió viendo un partido de independiente. La empresa de la familia está en avellaneda.
YO: sí, y más que todo, martín.
HERMANO: sí. Y mis hijos van a ser de independiente y así,
YO: pero yo siento algo raro, algo de hipocresía, pero no, no es hipocresía la palabra. Es algo de sacrilegio... no, tampoco.
HERMANO: ¿de no sentirlo del todo?
YO: cuando voy a la cancha me siento como cuando me metí en una mezquita en turquía
me encantaría, pero no soy musulmán, no me criaron así, no sé rezar.
HERMANO: sí, puede ser. Somos del rojo a la distancia.
YO: pero no sé si comulgo o si soy un pagano total.
HERMANO: somos simpatizantes, solidarizamos. Estamos en el medio vieja, siempre vamos a estar en la mitad de todo. Nacimos a mitad de camino.
YO: por eso, por eso... No tenemos códigos, no tenemos religión, pero ni siquiera nos podemos jactar de eso, porque no somos de los “sin códigos” “sin religión”.

Prometo –me prometo– continuar con este tema. Indagar. Ver donde estamos, ver si está bueno ser una suerte de suiza de las personas –en el laburo me dicen canciller–, no tener ni patria ni dios, pero no por una convicción; encima, provenir de ese lugar abstracto, lejano, nebuloso y genérico, “el sur”; no tener una banda preferida, un escritor favorito.
Pero tampoco estamos tan mal, y siempre hay cosas definidas.
A mí, por ejemplo, no me gustan las aceitunas.

2 comentarios:

EmmaPeel dijo...

bienvenido al club de los desclasados

rAnchApArt dijo...

Tenés razón, todos los del sur somos unos parias que se mudan cada tres o cuatro años. Pero me encantan las aceitunas.