miércoles, julio 13, 2011

miércoles

Los vecinos gringos tienen a su nieto varado en su casa y lo vemos jugar y salir y caminar desde la ventana del living. Lo trajo su abuelo, hace un par de meses, desde Oregon. Eso me dijo la gringa hace poco, cuando la levanté en el auto una tarde de lluvia. Ella caminaba adelante y más atrás su nieto, un hooligan colorado y con ropa de rapero de unos siete, ocho años. Le pregunté a su abuela si había viajado sólo desde allá y ella, con su boina negra sesentista, con su pelo blanco, con su campera azul, me respondió que no, que vino con el grampadre. Me contó también que empezó a ir a la escuela, y señaló con el brazo hacia el sur, hacia el otro lado del aeropuerto. What are you talking about, preguntó el nieto, con voz de nieto gringo y pelirrojo. De vos, respondió la gringa. Cool, dijo el nieto. Y agregó: contale que estoy yendo a la escuela, así, pero en inglés. La abuela se rió y dijo que ya lo había hecho, y miró por la ventana y así se quedó un rato largo.
Los gringos, cuando hablan, hablan de perros y gatos que encuentran perdidos por ahí y también de los perros y gatos de los vecinos y de los caballos que dejan en el loteo de enfrente. Hablan de ecología y de auto y del consumo de hidrocarburos.
Los gringos caminan siempre uno adelante y el otro atrás y ahora el nieto todavía más lejos, rezagado, pateando piedras, jugando a juegos de chicos gringos que son igual a todos los juegos de los chicos, pero en otro idioma. Los gringos también andan en bicicleta y, cuando nadie los ve, viajan en remises que usan hidrocarburos y tiran sus gases al cielo gris del pueblo que eligieron para vivir andá a saber por qué.
(A veces, cuando estamos aburridos, tratamos de imaginar por qué fue que eligieron venir a vivir acá, y casi siempre terminamos pensando en cosas turbias, oscuras, al borde de la ley, historias de huidas y cambio de vida, de un día para el otro, porque de algunas cosas no hay vuelta atrás).
El nieto gringo se compró una pelota y lo vemos que juega a que juega al fútbol en el jardín de sus abuelos: ensaya tiros libres, gambetea arbustos, desafía a los siete perros y a los tres gatos y festeja, por fin, los goles que hace contra el cerco de alambre tejido besándose la camiseta, bajo la mirada atenta y nerviosa de los conejos.

1 comentario:

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