jueves, marzo 10, 2011

jueves

A veces me acuerdo de cuando escribía en este blog. Fue hace ya un buen tiempo: todavía no había llegado el verano, aunque había días en que salía el sol y se iban las nubes y el cielo azul parecía un techo pintado por alguien que sabía cómo mover la brocha para no dejar manchas, imperfecciones, huellas; no hacía calor, pero alcanzaba para estar en remera y sacarse las zapatillas y pisar descalzo y enredar pastos verdes entre los dedos blancos de efficient. También, cuando escribía en este blog, había días en los que llovía esa lluvia vertical que toca sobre el techo de zinc canciones tristes, en tono menor, sin estribillo y siempre iguales entre sí. Pero la mayoría de los días pasaban entre nubes grises y resolana blanca: días de ojos entrecerrados y ceño fruncido, días en los que el horizonte de montañas se fundía con el horizonte de polvo y nubes y viento y era mejor quedarse en la casa y cerrar las cortinas y esperar.
Cuando escribía en este blog los días eran cortos aunque de a poco estaban empezando a alargarse cada vez más y ese momento extraño, en el que el día todavía no termina y la noche no empieza, hacía que las cosas se vieran distintas, deformes, pero una vez que prendíamos las luces del jardín lo distinto y lo deforme ya no importaba más porque no lo veíamos y reíamos mientras los mosquitos y las polillas chocaban contra las ventanas.
Cuando escribía en este blog todavía no había pasado el incendio que, con la furia de un verano sin lluvias, arrasó casas y árboles y cruzó la ruta y subió montañas y quemó bosques enteros. El incendio duró dos días y esos dos días fueron suficientes. Entre las casas que quemó el incendio estaba la casa y el restaurante de Nico y todas las cosas que había adentro. Estaba el techo tapizado con lavandas y el piso de cerámicos blancos, estaban los discos que escuchábamos esas noches cuando nos quedábamos solos y prendíamos cigarrillos y probábamos licores. También se quemó la casa de Aye, pero la segunda casa de Aye: la anterior se quemó hace diez años.
Cuando escribía en este blog Juan todavía no había empezado el jardín ni se sabía todos los colores ni cantaba la del mono liso ni tarareaba Carmen.
Cuando escribía en este blog era diciembre y era otro año. Ya es hora de retomar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

bien hecho, amigo.

willies

Sunshine dijo...

Qué pena lo del incendio Chino...
Qué lindo que tu hijito ya cante al Monoliso.
Abrazo

fer dijo...

!

Nicolás Uribe dijo...

Qué bueno. Ya tenía el dedo mocho de darle al "F5".