miércoles, septiembre 23, 2009

miércoles

Somos varios sentados en las banquetas de un bar que parece estar en un hotel que parece estar en un shopping, el piso es alfombrado y la barra es de madera de roble barnizado y lustroso. Los más grandes: mi abuelo y yo. Mi abuelo está por cumplir ochenta años y entonces nos invita al hotel, o al menos eso pienso ahora, que busco un motivo. Todos piden jugo de naranja exprimido que viene en un vaso largo con sorbete y paraguas. Mi abuelo pide un trago que se llama Peckinpah. Como Sam, le digo a la barwoman de pelo negro y ojos brillantes. ¿Qué?, responde y pregunta, sorda por el hielo de la coctelera. Como Sam Peckinpah, Perros de Paja, le digo. Sin mirarme asiente: quiere detener esta conversación lo más rápido posible. Entonces vos querés otro Peckinpah, dice después de servir el trago de mi abuelo en una copa de martini. No, no, yo quiero un whisky, un Johnny Walker. ¿Mezquino o generoso? pregunta. No entiendo nada: quiero un whisky en un vaso con un hielo, quiero que me mires mientras me lo preguntás, quiero estar cómodo, quiero estar descalzo, con mis pies sintiendo la alfombra entre los dedos.
Mientras lo sirve, mezquino, generoso, da lo mismo, salgo a dar una vuelta por ese lugar. En donde debería haber una escalera hay una disquería, con un potus en la entrada. Los discos están sobre el piso en columnas de medio metro de altura. Miro las tapas y no reconozco ninguna. Hay una puerta que da a una habitación en la que hay tres gringos. Les pregunto si alguien sabe algo del vendedor de discos. No entienden de qué les hablo y en un idioma extraño me piden que por favor salga del cuarto. Vuelvo a la disquería. Estoy un rato y decido salir. Había planeado robarme algunos discos: también hay remeras y posters pero no me interesan. Salgo con las manos vacías y con sed.
Vuelvo al bar. Hay olor a perfume y todos ríen. Mi abuelo me dice: sabías que el Peckinpah lleva Chanel Nº 6. No, le respondo, no sabía que un trago se hacía con perfume y tampoco sabía que hay un Chanel Nº 6, pensé que todo empezaba y terminaba con el Nº 5. Mi abuelo se ríe y toma un sorbo y mientras se limpia los labios con la manga de la camisa me dice: todo lo que te falta saber todavía.

5 comentarios:

Julia dijo...

Qué grosso ir al bar con tu abuelo! Aunque el texto tiene sabor a sueño.

Miguel Calderón dijo...

muy bueno man, me emociona

Miguel Calderón dijo...

pucha! queria que saliera como anonimo

Anónimo dijo...

groso el maicol

Protervo dijo...

lindisimo.

hay un planeta de distancia entre un whisky mezquino y un whisky generos.