jueves, septiembre 21, 2006

cena, 16 de marzo de 2005

La idea era escribir en el bar, en mi cuaderno azul con lunares blancos, pero lo dejé olvidado en la mesa. Llegué a mi casa y hacía demasiado calor. Prendí el ventilador y abrí la heladera. Ninguna de las dos cosas logró mejorar mi ánimo: con ruido constante y monótono el ventilador no solo no disminuía el calor, sino que lo distribuía de manera pareja al resto de las habitaciones. El olor a ensalada podrida y el medio limón en la heladera fue el empujón que necesitaba para irme.
Caminé dos cuadras y llegué al bar de la esquina. Las puertas cerradas solo podían significar aire acondicionado. Me senté en una mesa para dos personas y esperé que me trajeran la carta. Los cuerpos anónimos de los demás comensales fueron, de a poco, tomando forma. Así, las cuatro personas sentadas a mi izquierda, resultaron ser amigos de la secundaria. Al mismo tiempo que pinchaban chinchulines y volvían a llenar sus copas con el vino de la casa, comentaban sobre el culo de Fernández, las rateadas a los fichines y demás recuerdos –y lugares– comunes. En la mesa de enfrente, una mujer teñida rabiosamente de rubio resultó ser una puta. Fea, petisa e inquieta, se peleaba disimulada con el que supuse su cafishio, que la miraba paciente. Los ideogramas chinos tatuados en el cuello y en la espalda de la falsa rubia solo podían significar algo malo, o al menos desagradable. Pocas ganas de averiguarlo.
En la tele Independiente perdía con Lanús.
-La carta, pibe -dijo el mozo, mientras me entregaba el papel amarillo plastificado. Un morocho simpático y engominado que de vez en cuándo me cruzo por el barrio.
-Un bife de chorizo con ensalada mixta, sin cebolla. Y una coca -dije.
-Un bife de chorizo con ensalada de lechuga y tomate -corrigió.
-Sí, claro.
Antes de comerme todo el pan, llegó la comida. La coca había llegado hace un rato y ya estaba por terminarla. Comí callado y apurado, como lo hago cuando estoy solo.
El mozo parecía interesado en la puta. El cafishio parecía interesado en el mozo interesado. La puta solo parecía interesada en escarbar las profundidades de su boca con el mondadientes. El partido no le interesaba a nadie.
Pedí la cuenta y pagué. Deje propina y me fui, con la certeza de que esa cena iba a ser olvidada en los siguientes cuatro minutos.

Hoy, 21 de septiembre de 2006, todavía me acuerdo.

1 comentario:

Esteban dijo...

Mierda, porquè??
còmo saliò indepte?
bien que hiciste la tuya y no comiste con tus ex compas:
nada màs insoportable que la nostalgia post colegio. bah, la nostalgia en sì.
pd: che, no estàs escribiendo un poco..."gay"?
cuac!