viernes, mayo 28, 2010

viernes

El año pasado escribí un diario que duró menos de veinte días, que es poco, pero también es mucho. La primera entrada fue un viernes de fines de mayo. Me parece que voy a empezar otro: al menos para no olvidarme de días como hoy, días tan olvidables.


Viernes 22
Sigue la lluvia. Las calles de ripio están llenas de charcos marrones, el cielo está gris oscuro y quedan pocas hojas en los árboles. En el fondo hay un charco de agua verde, hace algunas horas era apenas pasto mojado. Dicen que en las afueras y cerca del río ya están preocupados y armando bolsas de arpilleras rellenas de arena. Dicen. En realidad dice, y el que dice es la radio. Radio de pueblo, con efectos de sonido y la voz que queda repitiéndose en un eco al infinito.

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Los perros están en celo y ladran y corren y se muerden. Están mojados y huelen peor que un perro mojado. La perra de la puerta es simple espectadora, no entra en el juego de ladrar y correr y morder: se queda en la puerta, y está seca, sí; seca y nada más.

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Sigue la lluvia. Arriba, en las montañas también llueve. Hace algunos días nevó, pero ahora se ven las piedras negras y mojadas y apenas algunas manchas blancas de nieve. El negro de las piedras negras contrasta contra el gris de las nubes grises y parecen más negras de lo que son, o el cielo menos gris de lo que está.

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Anoche fue la primera noche en la casa del pueblo. En la cama, acostados mirando el techo de maderas oscuras escuchamos pasar autos pisando charcos y perros y caminantes y en el otro cuarto la respiración tranquila de Juan.

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Podría adivinar los autos que pasan por la calle por el ruido que hacen: por el caño de escape, por el tren delantero suelto, por problemas con los amortiguadores, por el diferencial roto, por cómo vibran sus ruedas, sería un juego divertido. Acaba de pasar una f-100, esa es infalible. Y un citroen 3cv.

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Juan crece. Juan ríe. Juan aprende. Todo el día. Ahora hace ruidos extraños: saca la lengua y grita un grito agudo y se ríe y nos hace reir. Todo el día, nos hace reir. Pasamos el día mirándolo, y la pasamos bien.

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Hace algunos días estábamos en la ruta, avanzando a cien kilómetros por hora en la partner gris cargada hasta la manija. El viaje fue en escalas y sin contratiempos ni estereo. La ruta como metáfora de la vida. El pasado deformado por el espejo retrovisor, el futuro como un espejismo de agua en el asfalto ardiente, el presente inasible, ya es pasado, todavía es futuro: es apenas una línea blanca que acá está y acaba de pasar acompañando a una línea amarilla que sigue hasta después de la curva. Metáfora chota, pero en algo hay que pensar mientras pasan las líneas blancas y las amarillas, mientras pasan los kilómetros y los paisajes, mientras se acaban algunas ciudades, empiezan otras y después ya no hay más nada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

trus tenía una metáfora linda sobre los autos y la vida. pedile que te la cuente.

Anónimo dijo...

no sé si era mecánico

mi otro yo dijo...

Que linda manera de contar las cosas

Saludos cordiales

:Xytunolosabras dijo...

a quien le importa aweonao