sábado, agosto 30, 2008

sábado

"Parecemos adolescentes", dije, cuando la curva esa que da a la hondonada se vuelve intensa. "Parecemos adolescentes", dije, mientras intentaba apretar con la mano derecha el freno trasero de mi mountain bike amarilla. "Parecemos adolescentes", le dije a Migui, segundos antes de hundirme en un mar de mosquetas con espinas filosas como pequeños cuchillos y frutos rojos como gotas de sangre.
Hice fuerza para no llorar mientras me sacaba, una por una, las pequeñas púas adheridas a mi piel y limpiaba el polvo, las hojas secas y la humillación que se acumulaban en mi ropa.
El resto del viaje fue en silencio: íbamos con nuestros primeros ahorros a comer solos a Jauja. Parecíamos adolescentes.

2 comentarios:

Julia dijo...

¿Y eran niños? Para Jauja no hay edad. Y para llorar, tampoco!
Saludos, Chino!

Anónimo dijo...

Eran niños.
Unos 10 años, no?