miércoles, enero 09, 2008

¿miércoles? ¿jueves?

*Es así: en esta época del año no es fácil dar con el día de la semana en el que uno vive el aquí y el ahora. Hay que hacer un gran trabajo mental que consiste en retroceder hasta días/hitos, esos que por alguna razón quedan agendados en la memoria, algo así como "martes pasado... ah, sí, resaca: fue primero", y ahí sí, sumar días y armar semanas en la cabeza, darle forma a esta masa amorfa y flexible de horas y sensaciones, de asados y vinos y cerveza más conocida por todos como vacaciones.

*Ahora, después del cálculo puedo decir que hoy es miércoles. Que la lluvia cae oblicua y que los teros siguen haciendo el sonido ese que hacen (tero, tero) mientras se mojan impávidos. También puedo decir que la casa está en orden y que el 2008 llegó tranquilo, sin mucho espamento ni fuegos artificiales; que la perra negra sigue en celo y el pirata Morgan no desperdicia ocasión para empernársela para quedar luego abotonado, sufriendo el triste destino del macho reproductor: placer, dolor, abandono y volver a empezar. Ojo, tampoco me hago la víctima de nada, pero me gusta como suena.

*Fiebre. Eso fue hace tres noches. Noches que, deberían saber, recién comienzan a las 23 horas y 14 minutos: antes hay luz y vida diurna (el cambio de hora parece ser, a esta altura, el evento del 2007). Decía, fiebre. También diarrea, pero nadie quiere escuchar sobre ella.

*Fue raro, hasta bien pasado el mediodía me sentía bien, gracioso, dicharachero, y un par más de adjetivos calificativos favorables. Después no. Dolor de piel y de huesos y músculos, como una gripe potente. También escalofríos y temblores. Me duché y fui a la cama, Lu me hizo compañía. Leí un libro delirante que no ayudó mucho, y el termómetro sentenció: "tenés fiebre, chaval. No tanta, pero la suficiente como para que puedas tener algunos pensamientos flasheros, sueños extraños, y excusas para recibir amor sin culpa; disfrútala".

*Entonces pensé: "las montañas, al momento de decidir ser montañas, se sentaron y negociaron, con quien sea que negociaron, y dijeron: está bien, seremos montañas; seremos altas y rocosas y estaremos fijadas por el resto de los tiempos al lugar en el que ahora estamos, pero a cambio tendremos nuestros nombres, y ellos serán cortos y ágiles, y recorrerán el mundo en boca de los viajeros, y así estaremos bien". Abrí más los ojos -ya los tenía abiertos, no dormía- y pensé otra vez, pero algo distinto: "esto es brillante, es una vuelta de tuerca merlopontiana al dilema del estar fijas de las montañas y las cadenas rocosas de todo el mundo. Merezco el Nobel, o al menos una beca del Conicet".

*Entonces soñé: "una montaña, el pasto muy verde pero con un futuro inminente de secor amarillento, dos perros, calor, días de muchas horas, interminables, y la imagen deshaciendose en millones de píxeles, como lo hace la pantalla de la tele, gracias a la lluvia, gracias a directv, gracias a la vida".

*Entonces fui al baño; una y otra vez, hasta casi desaparecer y huir por el inodoro, con destino incierto, pero definitivamente acuático. Algo así me escribió Padre mientras yo estaba en Perú, hace ya muchos años: "me estoy yendo, chino, por el inodoro". Y yo lo leí literalmente y lo vi pasar por los caños blancos de pvc hasta entrar en el pozo ciego, ser transformado por los microbios que allí habitan y luego drenar hasta llegar hasta la napa de agua pura y entrar de lleno al río Epuyén, de ahí a Lago Puelo, de ahí al Pacífico, de ahí ya no sé más, pero es lejos.

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