Los días, una vez que atraviesan el mediodía empiezan a arruinarse de a poco. Primero, al cielo, de un azul que lastima, comienzan a aparecerle manchas blancas: nubes finas y alargadas que cada vez son más. Después, el viento. Después, la resolana: ese cielo que fue azul y después manchado ahora es una capa blanca que se mezcla y se pierde entre las montañas que, allá arriba y allá lejos, todavía tienen nieve. Y la siesta, claro. Y el polvo de la calle que levantan los autos cuando pasan. Algunos pasan lento, otros más rápido. Algunos ponen el guiño antes de doblar, otros escuchan reggaeton. Y los perros que ladran. Y el coro de máquinas que cortan el pasto.
La cuatro de la tarde es el peor momento: el frío de la casa vacía, el cuarto oscuro, la película sin volumen que se repite en el televisor, los ojos que tardan en acostumbrarse, el cuerpo que no sabe dónde está, la baba en el almohadón.
En algún momento, hacia la noche, como suele decir el pronóstico, empieza a mejorar todo.
Pero ya no nos importa.
jueves, noviembre 25, 2010
jueves, noviembre 18, 2010
jueves
¿sabías que del otro lado del mundo, en las antípodas, está Urad Zhonqi, un lugar que desde el espacio se ve amarillo y gris y toda otra gama de colores que parecen sacados de la pesadilla monocromática de un ciego de nacimiento, y que forma parte de la región autónoma de Mongólia Interior, una provincia de la China en la que hay mucho carbón y berilio y niobio y circonio y también cabras que pastan en las llanuras desiertas, con inviernos largos y fríos, que alcanzan los -23 ºC, y con veranos cortos y tristes?

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domingo, noviembre 07, 2010
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