La imaginación del renunciador, pródiga en imágenes de películas, frases de libros y demás, tiende a ofrecer escenas cercanas a guardar la taza y las biromes, borrar los documentos del ordenador, meter en una caja el ficus y el potus y el termo y el mate y mandar todos a la concha de su hermana y salir dando un portazo.
Nada dice, sin embargo, sobre lo que pasa en serio o al menos en mi caso: la calma absoluta después de... la calma. Ningún ojo de tormenta porque no hubo tormenta, ningún huracán, ningún terremoto; apenas el temblor momentáneo de mis manos al avisar que me iba, hace una semana.
¿Y cómo sigue? ¿Es tolerable toda esta no-incertidumbre, toda esta no-ansiedad? ¿Se puede seguir como si nada hubiese ocurrido?
*diálogo con mímica:
– Loco, trabajé como un nabo pero sólo fueron seis meses, tampoco es tanto –me digo.
–Sí, ¿qué pretendés? ¿salir en el cronista comercial en la sección “renuncias en las grandes empresas”; en la balancita de noticias; en las charlas del quincho del ámbito financiero; en el cielo y el infierno de clarín espectáculos; en la pavada de crónica; en el bizarro de infobae? ¿eh?
–Bueno, tampoco me gastes.
–Ok, pero no da. ¿A qué viene este divismo de renunciador que se siente subestimado?
–Nada, es sólo una sensación. Yo creo en el big bang de los pequeños acontecimientos. En la teoría del caos; en los movimientos brownianos. Y con qué me paga el cosmos: con esto, con el desprecio, con la nada absoluta, con el gris y pegajoso transcurrir de los minutos sin que nada haya cambiado. Sin que nada cambie. No te pedía un sismo, un huracán, un tsunami; eso era, apenas, una cuestión metafórica. Pero algo, dame un mensaje.
–El otro día viste el cometa...
–Sí, pero todavía no había renunciado.
–La diferencia la vas a notar el día que finalmente te vayas. Cuando, sin el portazo y la concha de su hermana, te despidas y prometas mails que nunca van a llegar y te vayas, sí, con tu caja de cartón que tiene un mate y una taza y una abrochadora violeta que te robaste y un par de post-its amarillos. Cuando te tomes el subte y llegues a tu casa y sepas que al otro día no vas a tener que volver. Ahí sí, tal vez haya un huracán en china, o un tsunami en taiwan o una avalancha en el kilimanjaro. Tu pequeña felicidad burguesa como el batir de alas de una mariposa anaranjada en nueva zelanda.
–Qué boludeces que escribís cuando estás aburrido y al pedo, eh.
3 comentarios:
Qué ganas de andar renunciando a algo...veremos
Chino: sos mi referente en este momento. Ojo que GG y el Coco se suman a la troupe de renunciadores, hagamos algo!
Renunciadores del mundo, uníos!!
Yo creo que se podría hacer algo, eh.
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