Ayer fui a cenar a lo de mis abuelos paternos, que viven en esa burbuja llamada martínez. En el deck que da a la pileta, sentados en una mesa de plástico, tomamos unas cervezas mientras los mosquitos nos toman a nosotros.
De la nada empiezan a hablar de su época desenfrenada en punta del este:
–Fuimos a todos los boliches, ¿no?
–No, me parece que hubo uno al que nunca fuimos. Uno que estaba en una gruta, y que se inundaba cuando subía la marea.
–Rolly dear, ¿cómo que no fuimos a ese? ¿No te acordás?...
–¿Y nos metimos en el agua?
–Eso no podría acordarme.
–El whisky.
–El whisky, claro.
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