La falta de inspiración se da a conocer a través de diferentes disfraces. A veces es sólo la nada misma (un blanco extraño, con aspecto a helado de crema del cielo) que turba la mente y nos vuelve seres autómatas; otras, exceso de actividades que provocan un embotellamiento, un cuello de botella a la altura del hipotálamo, y no sale nada. Hay, también, muchas otras maneras.
El resultado es invariable: esto.
3 comentarios:
ya pasa
Uh, esas son las imprescindibles...
ésta.
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