*Falto a la mañana al laburo; llego al cegepé y pregunto por susana, mi contacto interno que por teléfono prometió ayudarme a apurar mi trámite, que ya lleva ocho meses de retraso. Está en la caja tres, me dice la señora de informes, una mujer que es el lugar común de las crónicas burocráticas, con su pelo teñido, los anteojos colgando en su pecho, la camisa arrugada de tanto estar sentada, los dedos amarillos de nicotina.
Susana me atiende más o menos rápido, pero me dice que voy a tener que esperar a que llegue la chica que sabe imprimir, que cambiaron el sistema y que lo que necesito está en la computadora que nadie, menos la chica que falta, sabe usar. Me siento en una silla y espero. Sigo de cerca los movimientos de susana: ahora pasa con un café en un vasito de plástico, ahora lleva unas carpetas para la oficina de atrás, ahora conversa con un pelado de look telermaniano; siempre esquiva mi mirada. De la chica que imprime, ni noticias.
*La perra, allá en el sur, tuvo, según el veterinario, un embarazo psicológico. Dijo que suele pasar con los labradores, que se le hinchan las tetas, que preparan una cucha, qué se vuelven dóciles en una falsa dulce espera. Y que de repente, listo, se acabó el juego, y entonces las tetas se deshinchan, abandona la cucha y vuelve todo a como estaba antes. Eso sí, los nombres que pensaste, bueno, anotalos, no te olvides.
*La chica que imprime no llega; la espera ya cumplió una hora y media. Los televisores están clavados en tn, y hablan de los choques y de la lluvia y de los vecinos de parque patricios que hacen piquetes contra la relocalización de los habitantes de la ígnea villa cartón. Es la guerra del pobre contra el pobre, suelta una señora; pero acá no trabaja el que no quiere, devuelve un señor de boina; por gente como esa estamos como estamos, arremete un tercero, para conformar así un sólido triángulo filosófico.
*Miro para afuera, la calle mojada y la lluvia que cae, y pienso en lo frustrante que debe ser la tarea del meteorólogo. Ayer a la medianoche nadia afirmaba con su acento balcánico que el calor se extendería hasta el viernes, con pocas posibilidades de lluvia. Acompañaba sus palabras llenas de consonantes con un mapa satelital, como si esto fuera la prueba incontrastable, final, de su verdad. Y nosotros, en la cama, nos miramos y dijimos oh, no, seguirá el calor, y también nos preguntamos por qué será que nadia no aprendió a hablar bien el castellano, si hace mucho que vive acá y encima trabaja de hablar en la tele. Enseguida nos acordamos de ante garmáz y de anamá ferreira y no supimos qué decir ni que pensar. Y nos dormimos pensando en el calor y en los balcanes y, oh, no, en las corbatas de ante garmáz.
*Voy a la ventanilla tres, a preguntarle a susana qué onda, qué pasa con mi documento nacional de indentidad, dónde está la chica que sabe imprimir, por qué estoy esperando hace casi dos horas. La angustia corroe mi alma, y sobre todo, mi paciencia.
*Veinte minutos más tarde estoy en el 39 rumbo a el registro civil de uruguay. Ahí me aclaran que sí, que mi dni salió ayer rumbo al cegepé, que va a tardar, pero que el martes seguro va a estar. Ya no tengo casi ganas de seguir llorándole a personas que están del otro lado del mostrador, digo gracias, y me voy. Harto.
*Astérix, el invencible guerrero galo, el astuto, el rubio con trenzas y casco con alas, capaz de enfrentarse a una legión de guerreros romanos a puño limpio, de hundir un barco pirata en dos segundos, y un largo etcétera, sólo tiene un momento de zozobra y es en la última de sus doce pruebas: la burocracia romana. Allí lo hacen ir de un lugar a otro, llenar un formulario, entregarlo en otro lado, bajar un piso, buscar un sello, llenar otro formulario, subir al cuarto piso, y así.
No hay poción mágica que soporte el peso muerto de la burocracia, sus brazos inertes, sus reflejos de comatoso, su sueño de mosca tse tse.
3 comentarios:
es momento de detener la frenética marcha por las oficinas públicas. alea jacta est.
Burrocracia. Horror.
weberiano su día :S
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