*Aposté que nacía el sábado y perdí. Estaba convencido. La partera, en el monitoreo, nos dice que no está bien apostar, que el juego es malo y que hace poco su hijo de nueve años aprendió por las malas una de las posibilidades más factibles del juego: perder. Al costado, la pareja extraña conformada por un mexicano y una gringa asienten: estudian teología en una pequeña universidad de Flores, y asisten a la iglesia presbiteriana. Ya sabemos lo que dice dios de las apuestas. O lo imaginamos.
*El azar, o algo parecido, hace que en esa minúscula habitación del Hospital Italiano haya cinco personas de las cuales tres son hinchas de Independiente. Las otras dos se reparten entre: "no me importa el fútbol" y "soy de Michigan, Estados Unidos". Celebramos la coincidencia, mientras Noelia, la partera, sigue hablando.
*Terminamos de hacer cosas y decimos: ahora sí, esto es lo que estaba esperando. Ordenamos el cuarto y los armarios, armamos la cuna, cambiamos de lugar el living, mudamos la tele y la mesa y el sofá y la biblioteca, ordenamos la ropa por tamaño, ponemos las toallas y las sábanas en unos ordenadores muy prácticos, salimos a caminar y vamos al cine, tomamos helado y decimos: ahora sí, esto es lo que estaba esperando. Y nada.
*Octubre, el mes de las revoluciones, es hasta ahora una masa amorfa de días que se suceden en ese estado pegajoso y somnoliento que es la espera. Hacia adelante, un deadline metafísico, un horizonte de expectativas, y lo inminente que acecha con la forma vaga que adquiere lo desconocido. Pero la pasamos bien. Dormimos en el living, en el sofá cama, y nos sentimos de vacaciones. En la tele, algún episodio de Seinfeld.
*El azar, o algo parecido, hace que en esa minúscula habitación del Hospital Italiano haya cinco personas de las cuales tres son hinchas de Independiente. Las otras dos se reparten entre: "no me importa el fútbol" y "soy de Michigan, Estados Unidos". Celebramos la coincidencia, mientras Noelia, la partera, sigue hablando.
*Terminamos de hacer cosas y decimos: ahora sí, esto es lo que estaba esperando. Ordenamos el cuarto y los armarios, armamos la cuna, cambiamos de lugar el living, mudamos la tele y la mesa y el sofá y la biblioteca, ordenamos la ropa por tamaño, ponemos las toallas y las sábanas en unos ordenadores muy prácticos, salimos a caminar y vamos al cine, tomamos helado y decimos: ahora sí, esto es lo que estaba esperando. Y nada.
*Octubre, el mes de las revoluciones, es hasta ahora una masa amorfa de días que se suceden en ese estado pegajoso y somnoliento que es la espera. Hacia adelante, un deadline metafísico, un horizonte de expectativas, y lo inminente que acecha con la forma vaga que adquiere lo desconocido. Pero la pasamos bien. Dormimos en el living, en el sofá cama, y nos sentimos de vacaciones. En la tele, algún episodio de Seinfeld.