*Una de las canciones que más me gustan de bob dylan es “tangled up in blue”, de su disco blood on the tracks. Hace un buen tiempo que estoy medio obsesionado con ella, y la canto e intento aprenderme sus interminables estrofas y versos; entender bien la historia que cuenta, o bien simplemente escabullirme por esos paisajes y situaciones –un sótano revolucionario en montague street, los bosques del norte, new orleáns, la costa este, y así–. El problema es que hace tres noches no se me va de la cabeza al momento de dormirme. Quizás el problema fue intentar aprendérmela con la guitarra, o cantarla el otro día en olleros con santi, marcos y zimmy, no sé, pero ayer fue el colmo; lu me dice: “¿adiviná qué hiciste anoche dormido?”, “¿hablé de nuevo?”, repregunto. “No, cantaste esa canción de bob dylan”.
*Los hermanos bolivianos de la verdulería de la esquina hace un mes que aplican con nosotros una técnica de venta directa más bien reprobable, que consiste en obligarnos a redondear nuestra compra, siempre para arriba, por supuesto, aunque el vuelto sea de ochenta centavos. Si bien al principio su propuesta era hasta conveniente –siempre viene bien un limón–, últimamente la cosa está pasando de castaño oscuro. Antes de ayer compré frutas y verduras por el precio de cuatro pesos con diez centavos, les pagué con cinco y me dijeron “¿no quiere unos limoncitos, unas mandarinas que están muy ricas, para redondear?”. “Para redondear a cuánto”, pregunté. “A cinco pesitos”, respondió, sin que se le cayera la cara. Un limón por diez centavos, te acepto; una mandarina, ok. Pero terminar con medio kilo de mandarinas y un limón de más, haciendo la cuenta en el ascensor, no me pareció justo.
*Ayer, por el paro de subtes, volví caminando a mi casa. Despacio, mirando carteles y colectivos que pasaban atiborrados de personas y escuchando bocinazos y puteadas de los automovilistas, deshice las más o menos cuarenta cuadras que separan mi trabajo de mi hogar, como un peronista peatón y sin apuro. Llegué tarde pero contento. Hoy al mediodía repetí el circuito, esta vez en sentido contrario. Subtes había, pero tenía ganas de caminar.
En total fueron unas ochenta cuadras, apenas ocho kilómetros: la distancia que hay de mi casa del sur a el hoyo city. Claro que allá es distinto.
4 comentarios:
Creo que demoraste mucho en hacer la cuenta, no?
Si seguís así, en poco te van a vender la verdulería entera, para redondear cinco pessitoss.
ocho km en baires por ocho km en la comarca...tampoco es negocio, me parece...que no dure tantísimo la reemplazada. hoy acá brillaba un solazo. no se puede creer siendo que acabamos de entrar en la segunda mitad de mayo. yaaaavalloverrrr yaaaaavalloverrrrr ojoconilusionarse
Yo pensè que Dylan definitivamente no era lo mìo hasta que escuchè èse disco. El que vos decìs es un temazo pero yo del que no pude despegarme por semanas fué Idiot Wind.
El jueves, ante la secuencia de bondis atiborrados de gente y que no dejaban subir a nadie, me fuì caminando a mi ahora antiguo laburo y sentì una sensaciòn muy gratificante, parecida a la tuya. Lo llamativo es que notè que tardè sòlo 5 minutos màs que viajando en bondi. De haberlo sabido antes...
abrazo
Ayer a la noche vi, Rubin
"el Huracan" Carter. Ahi te das que Bob Dylan esta en todos lados.
Kub.
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