Pienso, en algún momento de mi vida, escribir una novela. Bueno, en algún lugar de ella y no importa a cuento de qué, va a decir lo siguiente:
“(…) su idea de una revolución religiosa consistía, básicamente, en dibujar –pintar, tallar, esculpir, pirograbar, lo que sea– pitos sobre las puertas y las paredes de las iglesias. Vergas, pijas, pollas descomunales, erectas, de trazo firme e intimidante. Cuando terminó su explicación apenas dos personas lo escuchaban con algo parecido a atención. El resto dormitaba sobre las mesas o bien miraba hacia el escenario, donde no pasaba nada, o bien ya se habían ido hace largo rato de ese bar oscuro y con olor a meo”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario