Voy casi dos semanas trabajando en la gran empresa -que ahora es aún más grande-, y todavía no sé muy bien cómo sigue la historia.
Pero alguien cantó primero:
I hear the train a comin'
It's rollin' 'round the bend,
And I ain't seen the sunshine,
Since, I don't know when,
I'm stuck in Folsom Prison,
And time keeps draggin' on,
But that train keeps a-rollin',
On down to San Antone.
When I was just a baby,
My Mama told me, "Son,
Always be a good boy,
Don't ever play with guns,
"But I shot a man in Reno,
Just to watch him die,
When I hear that whistle blowin',
I hang my head and cry.
I bet there's rich folks eatin',
In a fancy dining car,
They're probably drinkin' coffee,
And smokin' big cigars,
But I know I had it comin',
I know I can't be free,
But those people keep a-movin',
And that's what tortures me.
Well, if they freed me from this prison,
If that railroad train was mine,
I bet I'd move out over a little,
Farther down the line,
Far from Folsom Prison,
That's where I want to stay,
And I'd let that lonesome whistle,
Blow my Blues away.
viernes, septiembre 29, 2006
jueves, septiembre 21, 2006
cena, 16 de marzo de 2005
La idea era escribir en el bar, en mi cuaderno azul con lunares blancos, pero lo dejé olvidado en la mesa. Llegué a mi casa y hacía demasiado calor. Prendí el ventilador y abrí la heladera. Ninguna de las dos cosas logró mejorar mi ánimo: con ruido constante y monótono el ventilador no solo no disminuía el calor, sino que lo distribuía de manera pareja al resto de las habitaciones. El olor a ensalada podrida y el medio limón en la heladera fue el empujón que necesitaba para irme.
Caminé dos cuadras y llegué al bar de la esquina. Las puertas cerradas solo podían significar aire acondicionado. Me senté en una mesa para dos personas y esperé que me trajeran la carta. Los cuerpos anónimos de los demás comensales fueron, de a poco, tomando forma. Así, las cuatro personas sentadas a mi izquierda, resultaron ser amigos de la secundaria. Al mismo tiempo que pinchaban chinchulines y volvían a llenar sus copas con el vino de la casa, comentaban sobre el culo de Fernández, las rateadas a los fichines y demás recuerdos –y lugares– comunes. En la mesa de enfrente, una mujer teñida rabiosamente de rubio resultó ser una puta. Fea, petisa e inquieta, se peleaba disimulada con el que supuse su cafishio, que la miraba paciente. Los ideogramas chinos tatuados en el cuello y en la espalda de la falsa rubia solo podían significar algo malo, o al menos desagradable. Pocas ganas de averiguarlo.
En la tele Independiente perdía con Lanús.
-La carta, pibe -dijo el mozo, mientras me entregaba el papel amarillo plastificado. Un morocho simpático y engominado que de vez en cuándo me cruzo por el barrio.
-Un bife de chorizo con ensalada mixta, sin cebolla. Y una coca -dije.
-Un bife de chorizo con ensalada de lechuga y tomate -corrigió.
-Sí, claro.
Antes de comerme todo el pan, llegó la comida. La coca había llegado hace un rato y ya estaba por terminarla. Comí callado y apurado, como lo hago cuando estoy solo.
El mozo parecía interesado en la puta. El cafishio parecía interesado en el mozo interesado. La puta solo parecía interesada en escarbar las profundidades de su boca con el mondadientes. El partido no le interesaba a nadie.
Pedí la cuenta y pagué. Deje propina y me fui, con la certeza de que esa cena iba a ser olvidada en los siguientes cuatro minutos.
Hoy, 21 de septiembre de 2006, todavía me acuerdo.
Caminé dos cuadras y llegué al bar de la esquina. Las puertas cerradas solo podían significar aire acondicionado. Me senté en una mesa para dos personas y esperé que me trajeran la carta. Los cuerpos anónimos de los demás comensales fueron, de a poco, tomando forma. Así, las cuatro personas sentadas a mi izquierda, resultaron ser amigos de la secundaria. Al mismo tiempo que pinchaban chinchulines y volvían a llenar sus copas con el vino de la casa, comentaban sobre el culo de Fernández, las rateadas a los fichines y demás recuerdos –y lugares– comunes. En la mesa de enfrente, una mujer teñida rabiosamente de rubio resultó ser una puta. Fea, petisa e inquieta, se peleaba disimulada con el que supuse su cafishio, que la miraba paciente. Los ideogramas chinos tatuados en el cuello y en la espalda de la falsa rubia solo podían significar algo malo, o al menos desagradable. Pocas ganas de averiguarlo.
En la tele Independiente perdía con Lanús.
-La carta, pibe -dijo el mozo, mientras me entregaba el papel amarillo plastificado. Un morocho simpático y engominado que de vez en cuándo me cruzo por el barrio.
-Un bife de chorizo con ensalada mixta, sin cebolla. Y una coca -dije.
-Un bife de chorizo con ensalada de lechuga y tomate -corrigió.
-Sí, claro.
Antes de comerme todo el pan, llegó la comida. La coca había llegado hace un rato y ya estaba por terminarla. Comí callado y apurado, como lo hago cuando estoy solo.
El mozo parecía interesado en la puta. El cafishio parecía interesado en el mozo interesado. La puta solo parecía interesada en escarbar las profundidades de su boca con el mondadientes. El partido no le interesaba a nadie.
Pedí la cuenta y pagué. Deje propina y me fui, con la certeza de que esa cena iba a ser olvidada en los siguientes cuatro minutos.
Hoy, 21 de septiembre de 2006, todavía me acuerdo.
foda´s
Hace unos días empecé a trabajar en una empresa grande, parte de un grupo más grande.
Mis compañeros nuevos cursan masters en lasanandrés, comunicación en la caece, marketing en la uca, y así. En los parlantes de las computadoras suena alejandro sanz y varias de esas bossa and stones, and pink floyd, and sting, and.
Hace algunas noches soñé que me cruzaba con daniel hadad en un pasillo y lo saludaba sumiso y me reía de los chistes que hacía.
El otro día tuve reunión de managment. Allí hablaron de las foda (fortalezas oportunidades debilidades y amenazas) de la empresa. Como es mitad del año mostraron los forecast (diagnósticos), y los compararon con la realidad: a la empresa le va muy bien; al grupo, mejor.
A mí, no sé. Ya analizaré las foda de estar acá. Y a fin de año compararé los forecast con la realidad.
Mis compañeros nuevos cursan masters en lasanandrés, comunicación en la caece, marketing en la uca, y así. En los parlantes de las computadoras suena alejandro sanz y varias de esas bossa and stones, and pink floyd, and sting, and.
Hace algunas noches soñé que me cruzaba con daniel hadad en un pasillo y lo saludaba sumiso y me reía de los chistes que hacía.
El otro día tuve reunión de managment. Allí hablaron de las foda (fortalezas oportunidades debilidades y amenazas) de la empresa. Como es mitad del año mostraron los forecast (diagnósticos), y los compararon con la realidad: a la empresa le va muy bien; al grupo, mejor.
A mí, no sé. Ya analizaré las foda de estar acá. Y a fin de año compararé los forecast con la realidad.
steve irwin
ayer a la noche
antes de dormirme
vi en la tele la despedida
que varios australianos
le dieron a steve irwin,
el cazador de cocodrilos
mientras lu se dormía
y antes de arremeter
con el control remoto
un zapping frenético
vi lo que me dio más pena
más pena incluso que su
hijita leyéndole una carta
o un amigo un poema,
o justin timberlake
lamentándose, de paso
por australia.
fue el momento en
el que dijeron que
su camioneta iba a hacer
su último viaje.
y comenzaron a vaciarla
y sacaron su tabla de surf
y su heladerita de telgopor
sus patas de rana,
la caña de pescar,
y la caja de la camioneta
quedó vacía
y ahí casi me emociono
o mejor dicho me emocioné
y casi lagrimeo.
y la desperté a lu.
me costaba disimular
el tremendo nudo
que tenía en la garganta.
y me pregunté qué
fue lo que me dio tanta pena
y me respondí
que no sé.
pero ahora estoy seguro
que fue la sensación esa
del último viaje de algo,
del último paseo,
de la última imagen
de lo que se termina
y estuvo bueno,
como stevie
el cazador de cocodrilos
antes de dormirme
vi en la tele la despedida
que varios australianos
le dieron a steve irwin,
el cazador de cocodrilos
mientras lu se dormía
y antes de arremeter
con el control remoto
un zapping frenético
vi lo que me dio más pena
más pena incluso que su
hijita leyéndole una carta
o un amigo un poema,
o justin timberlake
lamentándose, de paso
por australia.
fue el momento en
el que dijeron que
su camioneta iba a hacer
su último viaje.
y comenzaron a vaciarla
y sacaron su tabla de surf
y su heladerita de telgopor
sus patas de rana,
la caña de pescar,
y la caja de la camioneta
quedó vacía
y ahí casi me emociono
o mejor dicho me emocioné
y casi lagrimeo.
y la desperté a lu.
me costaba disimular
el tremendo nudo
que tenía en la garganta.
y me pregunté qué
fue lo que me dio tanta pena
y me respondí
que no sé.
pero ahora estoy seguro
que fue la sensación esa
del último viaje de algo,
del último paseo,
de la última imagen
de lo que se termina
y estuvo bueno,
como stevie
el cazador de cocodrilos
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